domingo, 18 de diciembre de 2011

La cita

Estaba Alejandro sentado al lado de una chica que no conocía, vio su reloj y eran las cuatro de la tarde, va retrasado porque su cita era a las tres y necesitara quince minutos más para llegar a su destino; el autobús esta medio lleno y a él empieza a incomodarle las miradas que de rato en rato le lanza la chica de su costado de modo que gira el rostro hacia la ventana para no ofuscarse más; la cita es importante, la ha planeado con dos semanas de anticipación y no tiene como avisar que se demorara aun un rato mas en llegar porque su celular lo olvido en su habitación por el apuro de vestirse lo más rápidamente posible; el esta vestido con unos jeans color plomo y una polera verde, ese fue el trato de cómo debía vestirse él para ser reconocido por su cita, no es que no la haya visto antes o que se conocieran por medio de internet; es una chica, es una amiga de la secundaria que no ha visto hace quince años y ha llegado a la ciudad solo por unos días; el luce sereno porque así lo práctico todos los días desde que se pacto la cita aunque en realidad por dentro estaba sumamente nervioso; lo que su amiga nunca supo es que le guardaba un amor desde la primera vez que la vio, nunca tuvo oportunidad de decírselo, trato de insinuarlo cuando acabaron el colegio pero ya fue muy tarde; Alejandro sabe perfectamente que siempre fue un cobarde para esas cosas y tal vez aun hoy siga siéndolo porque aun sonríe tímidamente y tiembla cuando ve la foto que guarda de ella en su computador. Los minutos siguen pasando y el autobús ahora está atascado en una tira de autos de nunca acabar; para colmo de males ahora la chica del costado no le saca los ojos de encima y parece dispuesta a iniciar una conversación, el espera que no sea así para no parecer descortés pero al final sucede, ella le habla.
-¿cómo te llamas?- Pregunta la chica con un tonto de voz entre avergonzada y confundida.
-Alejandro, disculpa pero ahora no deseo hablar- Respondió el y haciendo el gesto al mismo tiempo para girar y no darle opción a responder.
El definitivamente estaba en otra cosa, su urgencia inmediata era llegar a la plaza Cielo para luego caminar dos cuadras hacia la derecha y llegar al café “montañez”, no podía espera al momento de volver a verla, la recordaba gracias a la foto que guardaba pero el sabia que definitivamente habría cambiado, en su mente ella permanecía en una urna, sus cabellos largos que llegaban casi a media espalda y de color marrón, sus ojos tiernos y sobre todo sus mejillas suaves; durante toda la secundaria el estuvo seguro de que ella tenía la piel más suave de todas, nunca pudo tocarla pero con algunos roces esporádicos le basto para dar por sentada la suavidad; su aroma era a madera de pino o tal vez a canela suave o incluso una mezcla de ambas, no lo recordaba bien pero si sabía que la reconocería aun con los ojos cerrados cuando la tuviera cerca. Pasado un rato se dio cuenta de lo descortés que había sido con la chica que se sentaba a su lado y quiso disculparse pero cuando giro la cabeza ella también miraba hacia otra parte, pidió una disculpa mental y pensó para sí mismo que definitivamente era lo mejor; ya solo faltaban dos cuadras para llegar así que decidido terminar el recorrido a pie, el trafico haría que esas dos cuadras tomaran el tiempo de ocho; se paro y sin girar para no ver la probable cara de disgusto de la chica, se bajo rápidamente.
Camino acelerando el paso lo mas que pudo y veía el reloj cada cierto tiempo solo para cerciorarse de que el tiempo no se había detenido por una gracia divina, llego a la plaza cielo y vio un vendedor de flores, compro rosas, el vendedor solo tenía seis así que se llevo esas, en el camino que restaba pensaría alguna excusa por el numero, debía tener una razón para que sean seis y no ocho o doce; cuando estuvo a unos pocos pasos del café las piernas la flaquearon, se vio a sí mismo como un adolecente otra vez, el nervio que se siente hasta el alma; las mariposas en el estomago, aunque él nunca creyó en eso; el sudor que parecía mojarlo de pies a cabeza; desacelero el paso, respiro tres veces y se dio ánimos internamente; al entrar al café no vio a nadie que tuviera la descripción en la vestimenta que el tenia que buscar, ella tenía que vestir un vestido blanco y llevaría una cola en el cabello; lo primero que se le vino a la cabeza es que se había ido porque ya era más de una hora tarde, se reprocho muchas veces, se arrepintió de haberse tomado esa pastilla para la gripe que había terminado por dormirlo y que lo hizo despertar después de las tres de la tarde, sintió un apretujón en el pecho de esos que solo se sienten cuando algo se te va y no regresara; esa sensación la conocía de años atrás, la misma chica que hoy él había hecho esperar, le había dicho quince años atrás que no la buscara mas; recién había terminado el colegio y el insistía con buscarla todos los días para conversar, fue la primera vez en su vida que se animo a llamar a una chica, a buscarla hasta el cansancio, a escribirle notas bobas; ese apretujón que sentía era el mismo apretujón que tuvo cuando dijo adiós y la vio por última vez a través de una ventana de un auto quedándole solamente una foto sacada de una red social; la misma historia se repetía, se sentó en una de las mesas libres y pidió un café, no quería regresar a casa aun.
Veía la calle a través de una de la ventanas del café mientras esperaba el café que pidió; seguía arrepintiéndose por haber llegado tarde y trataba de sonreír diciéndose que esto solo tenía un nombre: “destino”. La silla de su lado se movió y alguien tomo asiento, giro el cabeza algo contrariado y se vio de cara con la chica del bus, se sintió algo avergonzado pero después de un rato la curiosidad lo lleno: ¿Cómo sabia donde estaba? ¿Lo siguió hasta el café? ¿Se bajo con el sin que él se diera cuenta?; esta vez el empezó la conversación:
-¿Me has seguido?- En un tono bastante fuerte quiso hacerlo saber que no quería compañía.
-No, también venia de camino a este café- Dijo ella claramente ofendida.
-¿Cómo te llamas?-
-Micaela-
Alejandro se quedo sin palabras; era ella, su cita; quiso saludar, preguntar, abrazar pero la vergüenza le gano, la había tenido todo el rato junto a él y no reconoció su olor, se acordó de la gripe que tenia y así entendió como no pudo reconocerla pero eso no podía explicárselo, la había tratado mal, eso solo confirmaba una cosa, definitivamente seguía siendo un tarado.
Ella en cambio quiso dar una sonrisa pero salió como una carcajada, se dio cuenta de que no la había reconocido y no era que se había enojado porque llego tarde; ella trato de comunicarse con el toda la tarde pero no pudo porque no contestaba el celular; El almuerzo en casa de sus abuelitos se había demorado más de lo esperado y no podría llegar a las tres de la tarde como habían pactado, había salido apurada al igual que él por lo cual no tuvo tiempo de ponerse la ropa acordada y sin querer habia tomado su mismo bus pero cuando lo vio después de haberse sentado a su lado no lo reconoció, poco a poco ella vio rasgos similares pero no se animaba a decir algo, fue solo cuando bajo del bus a dos cuadras de la plaza cielo que se dio cuenta que era él, al inicio pensó que el la estaba ignorando por haber llegado tarde y que se bajo dos cuadras antes porque seguramente se había arrepentido de volver al café porque ya sabía que ella seguía siendo tardona; ella quería tomar el café de todos modos así que siguió su camino pero al entrar lo vio sentado, se animo y se acerco; así era como se había dado la cita, ella también pensó: “es el destino”.

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